Wednesday 30 June 2010

El conformismo radical y la Bogotá desangrada.

Hace pocos días, una mujer en el transporte público lanzó una protesta, aparentemente marginal para el resto de personas en el sistema acerca del lamentable estado del tráfico en Bogotá. La mujer aseguró que esto se debía a la pésima administración de Samuel Moreno, lo cual nadie en la buseta negó. Sin embargo, la ineptitud del alcalde de turno es tan evidente que no presume un tema relevante para discutir en este blog. Este artículo, se centra en la pregunta que se hizo la mujer al final de la conversación: “no entiendo, ¿por qué nadie hace nada?”. Esta pregunta, pone sobre la mesa un tema trascendental para la vida económica y política de Colombia: el conformismo con el cual los colombianos asumen la cotidianidad es tan incomprensible, que es digno de un artículo que examine el tema.

La primera teoría sobre el origen del conformismo Colombiano, se ubica en el área del determinismo geográfico. Al no tener estaciones, la sociedad que se estableció en el territorio que hoy es Colombia, se enfrentó a un escenario sin sorpresas naturales, sin huracanes, ni fenómenos de temporadas. En vez de una sociedad donde habría que prepararse para cada estación, los colonos europeos solo debían sentarse y hacer planes basados en las predicciones sobre incierta lluvia. De alguna manera, el medio ambiente arraigó la cultura de la adaptación a los hechos inciertos; de esperar aquello que el medio ambiente traía, de la misma forma, se lo llevará.

La segunda teoría parte de la idea de un gran grupo de indígenas, que al estar localizados alrededor de la línea ecuatorial, su relación con el medio ambiente se reducía simplemente a entenderlo y a descifrarlo, sabiendo de antemano, que el clima y el orden natural de las cosas, les permitía una vida sin sorpresas, sin la necesidad de mantener un orden, el cual ya estaba dado a partir de una sociedad que se permitía el lujo de vivir aislada de los grandes centros indígenas precolombinos, y cuya existencia estaba amenazada solamente por otros grupos humanos. Sin embargo, conociendo las debilidades de las teorías deterministas geográficas, vale la pena pensar en un enfoque sociológico de masas. Esto es, haciendo especial referencia a la cultura del miedo. Los colombianos, vivimos en medio del temor. Esta cultura nace y se reproduce en la violencia, pues todas las dinámicas de guerra, en las que Colombia como nación se ha visto inmersa, han contado con el componente de la guerra de guerrillas. De alguna manera, los combatientes, independientemente de su ideología, han optado simplemente por infundir temor en sus enemigos, de ahí surgen las expresiones más barbáricas de violencia, como el corte de corbata, el corte de florero, el collar bomba, la bomba del DAS, las masacres con moto sierra, etc. Si el lector es perspicaz, se dará cuenta que todos estos ejemplos tienen dos comunes denominadores. El primero, es que aquel que perpetró el atentado o el golpe, lo hizo en números pequeños, escondiéndose de su enemigo, es decir, llenos de miedo. El segundo, es que lo único que lograron con estos golpes fue simplemente generar miedo entre sus enemigos, cualquiera que fuesen. La sociedad, en respuesta replico ese temor, y se escondió detrás de la excusa del miedo, para enfrentarse de manera cohesionada a un enemigo común. La sociedad simplemente empezó a repensar los costos de enfrentar problemas, contra las retaliaciones que un enemigo siempre más pequeño pudiera darle.

Existe otra explicación, a partir de la teoría de juegos, haciendo acento en el dilema del prisionero -término que para el lector que no esté familiarizado con su significado, explica simplemente que si las personas no tienen información adecuada, preferirían no confiar en los otros, antes que actuar de manera conjunta- es decir, cada Colombiano confía tan poco en otro colombiano, que simplemente la acción colectiva es imposible. Por ejemplo, si en el caso de Bogotá, los residentes de la ciudad decidieran no pagar el impuesto predial, hasta que el Alcalde renunciara, éste último no tendría mas opción que retirarse e ir a llorar a los hombros de su madre; sin embargo, si un grupo mayor de bogotanos decide pagar, aquellos que no pagaron se verían envueltos en un problema financiero y legal sin precedentes, de tal forma que al final, nadie dejaría de pagar sus impuestos.
El origen de esa desconfianza radical entre los propios colombianos, es un enigma. Posibles explicaciones podrían tener relación con la acción de los medios, una sistema educativo dentro del cual, antes que atacar los problemas de robos los planteles, prefieren decir a los estudiantes cosas como “no traigan cosas de valor al colegio”, entre otras aserciones. Sin embargo, la explicación más clara la podría dar el hecho de que no existe un sistema de justicia que respalde a la sociedad Colombiana.

La última teoría del conformismo, es una visión economicista del problema: las personas no tienen suficientes ingresos para ponerse a discutir o a mantener una pelea. Es decir, una madre soltera y cabeza de familia que vive del aseo con veinte mil pesos diarios, no puede darse el lujo de salir a la calle a protestar; si lo hace, sus hijos no comen. Sin embargo desde la perspectiva Bogotana, el caos en el que está sumida la ciudad, afecta más a clases medias y altas que a clases pobres, porque principalmente afecta a dueños de automóviles y dueños de negocios cercanos a los lugares en obra.

El conformismo ha sido regla general en Colombia, en donde muchos han cometido las atrocidades más incomprensibles, bajo el silencio cómplice de toda la sociedad. Las personas en Colombia simplemente prefieren guardar silencio cuando son maltratadas -de ahí las cifras de abuso sexual intrafamiliar en Colombia-. Sus ciudadanos prefieren simplemente fingir que no pasó nada y deciden adaptarse a sus tragedias personales. Desde el maltrato de una persona, hasta la corrupción en la troncal de la calle veintiséis, el conformismo y el no levantar la voz para exigir respeto son cómplices de los intereses mezquinos de algunos corruptos y malvados. Colombia no podrá transformarse en un Estado exitoso mientras los colombianos no entiendan su rol en dicha transformación: no se trata de exigir respeto a un alcalde corrupto, a un amigo, a una organización del estado, se trata de respetarse uno mismo, y de saber que el derecho al respeto no es algo que se pide, se arrebata.




Jorge Monroy.

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