Thursday 6 January 2011

Reflexiones de un país sin memoria

!BIENVENIDOS NUEVAMENTE AL BLOG! Dados las recientes sucesos y discusiones publicas y con motivo del resurgimiento del Blog ¡el anacronista! –relatos de un país sin tiempo, me siento en la obligación de hacer una reflexión que busca defender el país que recibimos de manos de Álvaro Uribe, basado en los relatos de un hombre sabio en quien me baso para rendirle un homenaje: Mi padre.


Cuando era pequeño, recuerdo firmemente la cara de los soldados que eran enviados a morir en las selvas alrededor de 1994, durante el “gobierno de la gente”. En sus rostros se veía el abatimiento y el cansancio. Todos los días, se escuchaban noticias de tomas de pueblos a lo largo y ancho de la geografía nacional, de hecho, muchas veces veíamos llegar a la ciudad, soldados caminando después de grandes tomas, porque no hubo transportes disponibles. El escándalo del proceso 8000 y Ernesto Samper aferrándose al poder me hacían pensar entonces, la necesidad de un cambio urgente para nuestro país. Solo unos años después Mí padre, un conservador acérrimo, nacido en 1925, gran intelectual de derecha, quien vivió en carne propia toda la historia de Colombia, pensaba en la tristeza de nunca haber podido vivir en paz, y gritaba al televisor enfurecido cada vez que Tirofijo o alguno de sus secuaces daba declaraciones durante el fallido proceso de paz.
Recuerdo claramente sus palabras “mano dura es lo que se necesita en este país”, decía mientras recordaba con ironía que las FARC nacieron liberales y se volvieron comunistas. Pero que nunca tuvieron nada de ello realmente. Esa misma noche en que nos contaba historias del bogotazo y de cómo salió ileso de este a pesar de que un liberal trato de asesinarlo, Andrés Pastrana anunciaba lo que mi padre y casi todos los colombianos sabíamos desde un principio: Tirofijo lo había asaltado en su buena fe.
Pero era demasiado tarde. La tregua y retaguardia estratégica ya habían dado a las FARC una gigantesca ventaja táctica operativa, que puso al país de rodillas hasta el punto que mi padre, hablaba incesantemente de la necesidad de irnos del país, en caso tal de que el estado perdiera finalmente la guerra. Recuerdo Firmemente a mi padre recordando cuan grave era la amenaza de Hugo Chávez, de quien nos pidió recordarlo cuando comenzara a apoyar a los grupos terroristas de Colombia y expandiera las ideas socialistas por el continente – nada mas acertado a lo que finalmente pasó-
Durante ese periodo oscuro los indígenas realizaron algo que muchos en el Cauca describieron como un ensayo de sitio. Bloquearon la ciudad de Popayán durante mucho tiempo, dejando a las personas de la ciudad con ninguna otra salida que esperar el Avión Hércules salvador de la fuerza aérea. Recuerdo también que después de las seis de la tarde viajar a la ciudad de Cali significaba firmar un acta voluntaria de secuestro. Memorias me asaltan de cuando secuestraron tantas personas conocidas en la ciudad, que mi padre nos dio instrucciones precisas de que si algún día era secuestrado, actuáramos como si ya hubiera sido asesinado.
Cuanto hubiera deseado mi padre haber podido vivir unos años mas para poder ver los años del Álvaro Uribe Vélez. Estoy completamente seguro de que por las mejillas de mi padre hubieran corrido lagrimas de emoción el día en que el ejercito rescato a los soldados, policías y a los tres americanos (entre otros rescatados) en la operación Jaque. Estoy seguro que en su pecho no habría cabido tanta emoción tras la caída de Raúl Reyes, y los rescates sucesivos, la muerte del negro Acacio y el final de la vida terrorista de Tirofijo y del mono jojoy.

Mi padre murió en el año 2000. Pero el recuerdo de lo que pensaba sirve para hacer un par de reflexiones. La primera, es que el nació y creció en una Colombia sin las FARC, sumida en la violencia y llena de sangre por Doquier. Fue testigo de primera mano de todos los incidentes que dieron forma a nuestro actual conflicto. Y aun así reconocía en los últimos años de su vida que el momento mas difícil de la nación ocurría precisamente en el final de la década de los noventa y en comienzos del nuevo milenio: Así mismo lo veían los miles de colombianos, que habían visto en la guerra degradada por los grupos ilegales, un freno a todos sus sueños de prosperidad y de crecimiento.

La segunda reflexión radica en que uno de los argumentos favoritos de algunos personajes de izquierda afirma que las FARC no son un problema, y que el país necesita cosas más importantes. Muchos de ellos, (Presumiendo la inocencia de sus palabras) simplemente no entendieron, la magnitud de la guerra en Colombia. Y no entendieron que para llegar al momento en el que se halla Colombia, se necesitaba una respuesta estatal igualmente contundente, que durante casi nueve gobiernos no se dio.
Álvaro Uribe no se invento la guerra en Colombia, simplemente fue el único presidente que de frente se encargo de enfrentarla, asumiendo de frente todas las consecuencias. Armado del mejor ejercito de América Latina, y el apoyo popular del pueblo que poco a poco se iba liberando gracias al trabajo firme y honroso de la Fuerza Publica. Clara mente, Él se enfrentaba a una organización que tenia una estructura montada hace cincuenta años destinada al crimen y el delito, que recientemente se había adueñado del negocio del narcotráfico y el secuestro; Es obvio que se esperaba un contra ataque, pues todo aquel que pelea de frente, no teme los golpes de vuelta.

La ultima reflexión es que mas allá de la impronta que Álvaro Uribe dejó para el destino democrático de Colombia, es que su gobierno, su retorica y su discurso, finalmente logró unidad y consenso frente al rechazo absoluto al terrorismo. Eso lo prueban las elecciones pasadas, en las cuales a pesar de tener todo un espectro político de candidatos, existía un consenso tácito sobre la política de seguridad democrática.

Finalmente, dentro de la discusión siempre valida y necesaria en la democracia, la defensa del gobierno de Álvaro Uribe debe hacerse entorno a la política pública que sin necesidad de leyes o legislaciones, se convirtió en política de estado; y que hoy le da un capital político y económico sustancial al gobierno del presidente Santos, para continuar –como es mandato popular- con las políticas de su predecesor.
Por fuera de la discusión, se encuentra el ataque personal; como ejemplo están las discusiones de las últimas semanas donde las acusaciones se reducen al mal uso de la practica periodística, en donde la búsqueda de vigencia sacrifica los deberes periodísticos y civiles, pues en vez de denunciar ante las autoridades sus acusaciones, se mantienen en el ámbito de la especulación y el ataque al nombre.

Finalmente, si mi padre hubiera podido ver la nueva Colombia que entrego Álvaro Uribe, habría muerto, sintiéndose orgulloso de haber crecido en nuestro país, y aunque no hubiese vivido para ver la paz que aun nos es esquiva, habría muerto sintiéndose digno y no arrodillado como nos sentimos los Colombianos durante tantos años en los cuales soportamos la debilidad criminal de nuestros gobernantes.


JORGE MONROY

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