Tuesday 1 June 2010

Teoria de juegos politicos. Uribe 2010-2014

Independientemente de las simpatías o antipatías que pueda generar Álvaro Uribe Vélez, se debe reconocer en el uno de los genios políticos más grandes que haya dado Colombia. No solo logró escoger para las elecciones del 2010 el escenario de batalla, sino que también manejó a su antojo, jugadores, estrategias, y métodos, que al final le dieron el resultado que el mismo esperaba: una “gallina que siguiera empollando sus tres huevitos”
En el 2008, cuando los más fieles seguidores de Uribe habían comenzado la campaña de recolección de firmas con miras a la segunda reelección, la estrategia estaba completamente trazada. Con una popularidad que sobrepasaba los niveles de cualquier presidente al final de su periodo -después de uno tan especialmente largo- era más que evidente que si la reelección era encontrada exequible, las elecciones de 2010 serían un mero trámite. Álvaro Uribe volvería a arrasar en las urnas al igual que como lo hizo en las elecciones de 2002 y 2006.
Existen muchas razones para pensar que el destino final de la segunda reelección ya estaba trazado: las relaciones con Obama, la amenaza de los demócratas a los recursos del plan Colombia, la lupa sobre las violaciones de derechos humanos, la visión multilateral del gobierno de Washington, etcétera. Sin embargo, ese no es el tema de esta editorial. Lo relevante, es observar como el anuncio de la segunda reelección sirvió como un elemento central dentro de la campaña del candidato del oficialismo, por dos grandes razones:

En primer lugar, acortó el tiempo del debate, de un año, como es tradición en Colombia, a tan solo tres meses. Y en segundo lugar, el hecho de ir hasta el final la reelección mientras el presidente mantenía en la ambigüedad sus verdaderas intenciones, obligó a los candidatos a esperar para revelar su estrategia electoral solamente hasta marzo del 2010. Uribe apalancado en su popularidad, cambió completamente los tiempos electorales creando una “blitzkrieg” política en Colombia, que sin duda, terminaría por favorecer a su candidato, el cual simplemente debería ser capaz de convocar a los colombianos a que le endosaran la popularidad de Uribe, a diferencia de los otros que deberían construir confianza desde el uribísmo o la oposición. Cualquiera que haya sido el camino tomado por las campañas, bien sea dentro del uribismo o en la oposición, éstas se encontraban en desventaja frente a la del candidato del presidente.

Cuando la carta de la reelección se destapó, por cuenta de la Corte Constitucional, la oposición en Colombia le apostaba a la división del uribismo entre un arrogante Arias y un imponente Santos, que peleaban una guerra fría a cuenta del guiño presidencial. No cabe duda, que la orden de Uribe en la consulta conservadora fue clara: votar por Noemí. Al fin de cuentas, Arias, un joven lleno de bríos y pujanza al mejor estilo del antioqueño del palacio de Nariño, era percibido más bien como un corrupto y un arrogante oportunista. Si bien podría ser “su versión mejorada”, Uribe sabía que Arias tenía una fuerza importante, que terminaría por dividir la votación entre él y Santos. Así que, de ganar Noemí, tendría una batalla entre Santos como único heredero real del uribismo, con resultados tangibles que mostrar y una Noemí sin nada nuevo que ofrecer, fácil de derrotar en ambas vueltas. Al mismo tiempo, tendría a Arias como segunda fuerza del conservatísmo como un líder a quien todos en el partido mirarían cuando Noemí, sufriera su inevitable derrota.

Lo que nadie esperó fue el estrepitoso ascenso de la ola verde. Mockus con un renovado carisma y discurso que atacaba el único flanco débil de uribísmo –la legalidad de sus actuaciones- disparó las encuestas, hasta niveles que lograron preocupar en la casa de Nariño. Sin embargo, la estrategia era previsible. Entre más subiera Mockus en las encuestas, más santistas asustados saldrían a votar en contra del profesor. Dados los recursos de la campaña de Santos, hubiese sido fácil equiparar la campaña de Mockus y lograr concentrar una fuente joven de ideas que tuviera amplia visibilidad. Pero, nuevamente la estrategia se basó en que el crecimiento del Partido Verde tenía un efecto exponencial sobre las bases Uribistas fuertes de Colombia. Ese fenómeno no lo hubieran podido registrar las encuestas, pues ese ejército electoral de reserva, solo dejó de ser abstencionista cuando los medios le mostraron que la posibilidad de perder al Uribísmo, era tangible. Por otro lado, un crecimiento de la ola verde, haría que las bases menos alineadas con la izquierda del Polo Democrático sucumbieran ante la tentación de la opción centro.

En cuanto al liberalismo, la derrota aplastante que sufrirían al ubicarse en el ala de oposición era simplemente previsible. Su trágico final en las elecciones del 30 de mayo serviría a Uribe para, al final, mostrarles que luego de doce años fuera del poder, su única forma de acceder a la burocracia era pertenecer a la coalición de gobierno.

Por los lados de la izquierda, explotando la pésima administración del Polo en la ciudad de Bogotá y enviando el mensaje claro de votar por el candidato más derechista de la izquierda durante la consulta interna del Polo, Gustavo Petro, Uribe logró desarticular la unidad de ese partido, haciéndolos perder escaños en el congreso.

En cuanto a Cambio Radical, la estrategia de Germán Vargas, estaba descrita para fracasar. Su alejamiento de la figura del presidente, a pesar de ser uribista en lo esencial, fue fácilmente aprovechado por un Santos que se mostró como leal, frente a un Vargas que abandonó al presidente en su primera reelección.

En este contexto, de entrada, Uribe determinó todo el ajedrez político. La arena sería sin duda la seguridad democrática, filtrando de vez en cuando un ataque de las Farc o de Hugo Chávez, -que cada día se distinguen menos-. Los jugadores serían Santos y Noemí. Sin embargo, el ascenso de la ola verde sirvió para mejorar la maniobra y funcionó aun mejor que la idea original. Las estrategias serían el acercamiento o alejamiento de la figura del presidente, lo cual solamente llevaría a un candidato a la victoria -poniendo a los demás en posición de seguidores segundones, u opositores acérrimos- y el desenlace sería simple: Santos Presidente; un partido conservador con Andrés Arias de presidente del directorio; un Cambio Radical atado al gobierno con Vargas Lleras de Ministro de defensa o algo similar y un Liberalismo dividido entre aquellos que acepten la cuota de poder del gobierno de unidad, la cual generará presión que en el mediano plazo terminará en el inevitable rumbo del liberalismo hacia el oficialismo. Por otra parte, un partido verde que acabará como fuerza de centro minoritaria en el congreso y un Polo Democrático solitario en la oposición.

Santos debe tener cuidado, porque aquello que dejó el presidente dispuesto para él, es en sí mismo un Leviatán. Una bestia que puede afianzar en el tiempo el Uribismo o sentar las bases para un cambio estructural en la tendencia política de los colombianos. Y eso, si sería la hecatombe.

Jorge Monroy.

1 comment:

  1. apreciados anacronistas, felicitaciones por su blog.

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